Este poema reflexiona sobre el poder transformador y polifacético del lenguaje. En muchas tradiciones, tanto orales como escritas, las palabras no son meras herramientas de comunicación, sino actos creadores, capaces de construir o destruir realidades internas y colectivas. La mención a la “palabra del docente” resuena profundamente con el rol sagrado del maestro en las culturas originarias de América y otras regiones, donde enseñar es transmitir vida, identidad y futuro. Asimismo, en la cosmovisión polinésica, la palabra hablada (y cantada) es portadora de mana, una energía espiritual de gran poder.